Origen del Apostolado

De lo personal a lo eclesial

La revelación y el mensaje para estos tiempos

El encuentro inesperado con Jesucristo Agonizante

Era el 5 de julio del año 1995, alrededor de las 03:00pm, cuando el hno. Barnabas Nwoye experimentó la manifestación mística de un Ser que se hacia llamar Jesucristo Agonizante y le hace un importante pedido: «Barnabas, Consuélame. Adora mi Sangre Preciosa».

La imagen de Jesús que hace este llamado es la de Jesucristo Agonizante.

El mensaje revela que Jesucristo Agonizante es el mismo Cristo que vino al mundo por el vientre de la Virgen María. Fue igual a nosotros en todo, menos en el pecado.

Sufrió, murió y al tercer día resucitó. Y ahora, está a la derecha de Dios Padre. Reina con el Padre, en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos.

Sobre la persona de Jesucristo Agonizante, la cuestión que se plantea es:

¿Quién es Jesucristo agonizante? ¿Se puede consolar a Jesús? ¿Jesús sigue agonizando?

¿Qué quiso decir Jesús con su Reino Glorioso en la Tierra? ¿Sigue agonizando esta segunda persona de la Santísima Trinidad? ¿Necesita nuestro consuelo?

Antes de entrar en estos detalles, será bueno explicar los tres sentidos diferentes que existen para entender el asunto: el unívoco, el equívoco y el analógico.

Historia

Cronología de los hechos más relevantes que dieron lugar al establecimiento del Apostolado

Resumen de la espiritualidad

La centralidad que encierra el mensaje

El mensaje central de la llamada a despertar la devoción a la Preciosa Sangre de Jesús comenzó con el llamado a la consolación y a la adoración.

El primer segmento de la devoción, incluye la recitación de la Coronilla a la Sangre Preciosa de Jesucristo.

Esta debe rezarse, inmediatamente, después del Rosario de la Santísima Virgen María.

Consta de cinco misterios relativos a las cinco Sagradas Llagas de Cristo y doce cuentas, que representan las tribus de Israel.

El segundo segmento, lo consitituye las oraciones de consuelo dirigidas al Padre Eterno y a su Hijo unigénito constituyen el segundo segmento de esta Devoción.

Estas oraciones buscan apaciguar al Padre y al Hijo por las ingratitudes, blasfemias y descuidos del mundo hacia la Preciosa Sangre.

En la tercera parte de la Devoción, se encuentran siete oraciones que adoran, glorifican y hacen peticiones a la Preciosa Sangre.

Las peticiones son para toda la Iglesia, su jerarquía, el clero y los fieles. También se hacen peticiones invocando la Preciosa Sangre en favor de los pecadores impenitentes, de las almas del purgatorio, de los no católicos, de las almas devotas y de los bebés abortados, para que se les concedan los beneficios de la Preciosa Sangre.

El cuarto segmento de la Devoción trata de la reparación.

En las Siete Súplicas de Angustia, Nuestro Señor, describe los diversos pecados en la Iglesia y en el mundo en general que han seguido crucificándolo místicamente.

Entre ellos, el descuido del Santo Sacrificio de la Misa y de los Sacramentos, por parte del clero y de los fieles, la inmodestia en el vestir, que está provocando que millones de personas vayan al infierno, el materialismo en la Iglesia y en el mundo, el cultismo, la codicia, la avaricia, etc.

Además de las cuatro partes principales, hay oraciones claves de intercesión que Nuestro Señor ha revelado.

Estas son oraciones como las oraciones que dijo durante Su Pasión y antes de Su último aliento humano para nuestra salvación.

Estas corresponden el quinto segmento de la devoción.

La devoción lleva a comprender que somos templos (tabernáculos) del Dios vivo.

Se renueva luchando constantemente por permanecer en el estado de Gracia Santificante, mediante la práctica de los sacramentos.

Es un llamado a renovar constatemente las promesas bautismales.

Nuestro Señor, a través de esta Devoción, está llamando a sus elegidos a observar cada jueves por la noche hasta el viernes (3am) como la Hora de Oración de Getsemaní.

En esta hora todos los componentes de esta Devoción deben ser observados en conmemoración de la Agonía del Señor en el Huerto de los Olivos.

La devoción a la Sangre  Preciosa es una llamada diaria a la santidad.

Al menos la Coronilla (después del Rosario de la Virgen), las Letanías y la Consagración deben ser rezadas diariamente por un devoto.

Esta Devoción es el arma definitiva contra Satanás y los espíritus malignos.

Por encima de todo, la Devoción es una forma de vida.

El Señor la describe como «el camino seco y desértico» lleno de cruces.

Es un recordatorio de que sólo a través de la Cruz puede un alma alcanzar la tierra de la felicidad (el Cielo). Cualquier otro camino desembocará en el infierno.

Es una santa llamada a los católicos y a todos los cristianos para que vuelvan a la Verdadera Fe en un mundo corrupto, engañado por Satanás, en el que ahora se predica todo tipo de Evangelio incluso dentro del mundo católico.